09 Jul Comentario del Evangelio del XV Domingo del Tiempo Ordinario: «Enviados en manos de la Providencia»
En el pasaje del evangelio de este domingo Jesús envía a sus discípulos de dos en dos y les da autoridad sobre los espíritus inmundos. Esto nos haba en primer lugar de la obligación que tiene la Iglesia de liberar a los hombres de esos espíritus inmundos que los acechan y que tantas veces los esclavizan. Hoy, por desgracia, son muchos. Algunos son los mismos de siempre y atrapan al hombre a través del dinero, el poder, la sexualidad, el placer,… Otros más sutiles y novedosos como los que se cuelan a través de las nuevas tecnologías, las redes sociales,… Pero aunque parezcan novedosos por el medio que usan, al final cazan al hombre por las mismas tentaciones de siempre: la fama, a través del querer tener más seguidores, la imagen que se da a los demás, el dinero, el sexo, el placer,…
La Iglesia no puede callar ante esas nuevas formas de persuasión del mal, y no sólo debe denunciarlas sino que debe luchar porque los hombres de nuestro tiempo no caigan en sus redes.
Evangelizar no es precisamente presentar un mensaje “buenista”, sino que supone pregonar la salvación de Dios a los hombres y eso incluye la lucha contra todo tipo de mal que lo aceche. La evangelización se presenta aquí como un elemento activo, en que el misionero actúa también por la gracia de Dios salvando a los hombres. Instrumentos de la salvación de Dios. Eso significa ante todo ser misionero. Y eso hay que hacerlo no sólo de palabra sino también con las obras.
Otro asunto interesante de este pasaje es que los envía casi sin nada, con lo puesto, para que vivan precisamente de la Providencia. Vivir de la Providencia significa experimentar el cuidado de Dios en nuestra vida en todo momento y lugar. Por desgracia vivimos afanados acaparando y buscando seguridades. Vivir de la Providencia supone tener un corazón agradecido y al mismo tiempo saberse necesitado.
Cuando nos creemos con derechos no nos damos cuenta de lo feliz que nos hace vivir agradecidos. Pensamos que todo nos lo deben: una casa, comida, bienestar, dinero,…. Nos hacemos terriblemente egoístas. O acabamos viviendo aprovechándonos de los demás sin esforzarnos nosotros.
Vivir así, supone tener que dejarse ayudar. Los discípulos deben dejarse sostener por aquellos que les acojan. Nos recuerda que el amor fraterno tiene doble dirección. Ayudar y dejarse ayudar. Querer y dejarse querer. Los cristianos tenemos muy claro lo que de que hay que ayudar a los demás pero, ¿nos dejamos ayudar? ¿Nos damos cuenta de que también nosotros estamos muy necesitados de amor? ¿Qué también necesitamos ayuda? Caridad es ayudar a los demás pero también es caridad dejarse ayudar, darle la oportunidad a otro que haga lo mismo conmigo. Cuando nos vamos haciendo mayores nos cuesta mucho entender que la salud va fallando y que necesitamos ayuda; muchas veces nos negamos a asumir que tenemos esa necesidad. Otras veces lo hacemos “por no molestar”, pero dejarse ayudar es también brindarle a aquel que me ayuda la oportunidad de hacer una obra de caridad y por tanto, brindarle la salvación.