15 Jul COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco»
Esta es la invitación que Jesús les hace a sus discípulos después de un ajetreado día de misión. Nosotros también muchas veces tenemos días agotadores. El trabajo, muchas veces nos cansa. Y necesitamos descanso.
Pero a veces hay otras cosas y situaciones que también nos cansan: nos cansa la familia, porque el ambiente en la casa está enrarecido por el deterioro de las relaciones dentro del matrimonio, de los padres con los hijos,…
Hay un cansancio sano, aquel que me conforta al llegar el final del día porque uno se siente satisfecho por haber hecho lo que tenía que hacer, pero hay otros cansancios que nos quitan la paz, que nos agitan interiormente, que no nos dejan dormir. Por ejemplo nuestros trabajos nos pueden cansar sanamente o volvemos a casa cansados y agitados incapaces de poder descansar. Es lo que hoy llamamos el “estrés”. Sucede cuando ponemos el acento en lo que verdaderamente no descansa.
¿Y cuál es nuestro descanso? Pues nuestro descanso es Jesús. En él verdaderamente descansamos. Cuando ponemos en Él todo el acento nuestra vida es “descansada”, porque descansa en Él.
El descanso es necesario. Aquel que sabe descansar sabe ser hombre porque el descanso es consecuencia de nuestra fragilidad. El activismo frenético responde muchas veces a una falta de paz interior. Como el corazón no descansa necesito desahogar la tensión a base de actividad arrastrando conmigo a los que están a mi alrededor, cansándolos. El que sabe que tiene que descansar se hace consciente de su condición de criatura y busca el descanso en aquel que puede verdaderamente proporcionárnoslo.
Muchas veces descansamos en lugares equivocados: a veces la televisión, a veces el ordenador, a veces cosas peores. Son falsos descansos. Son lugares de evasión. El verdadero descanso se logra cuando uno afronta su vida tal cual es y apoya todo en el Señor. A veces el Señor también puede convertirse en lugar de evasión y no de descanso. Sucede a veces en la oración cuando busco desconectar, evadirme,… El verdadero descanso se logra cuando al ponerme cara a cara frente al Señor Él hace de espejo mío y al verme en Él reflejado y acogido en su mirada misericordiosa me acepto y acepto la vida que me toca vivir.
Evasión es también vivir como la lechera del cuento, a base de sueños, una realidad ficticia construida para evitar asumir la realidad que me toca vivir. El Señor me hace descansar porque me ayuda a afrontar la vida con realismo.
Por eso la invitación a descansar de Jesús incide en el “solos”. La soledad es fundamental para descansar en el Señor. Quien no sabe estar solo, difícilmente podrá descansar verdaderamente en Él. Y difícilmente podrá encontrar la paz interior que es el verdadero descanso. La soledad implica silencio, el silencio hace que afloren todos nuestros miedos e inseguridades, y eso nos hace huir muchas veces de ahí. Y sin embargo es el lugar del silencio donde Jesús sale a nuestro encuentro. Silencio para la escucha. Mucha gente reza en silencio aparente, ausencia de ruido exterior, pero no sabe lo que es el silencio.
Por eso, ahora que estamos en verano, es bueno reflexionar acerca de nuestro descanso. Las vacaciones son para descansar y el Señor es nuestro descanso. Pero a veces nos vamos de vacaciones y descansamos del Señor, es decir, que verdaderamente no descansamos. Las vacaciones son tiempo de reponer fuerzas, pero recordando que nuestra fuerza es la de Dios, y que si nos olvidamos de Él, nos habremos evadido en estas vacaciones pero a la vuelta del verano otra vez se volverán nuestras sombras sobre nosotros.