Oraciones marianas a la virgen María| Parroquia San Eloy
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Oraciones a la marianas

«Qué bonito si nosotros también podemos parecernos un poco a nuestra Madre!», explica el Papa Francisco.

En una Audiencia ante un grupo de militares italianos el Papa el Papa Francisco animó a los presentes a acudir siempre a la Virgen María “con confianza, especialmente en los momentos de cansancio y de dificultad” seguros que Ella presentará a su Hijo Jesús las necesidades de cada uno.

Por ello desde la parroquia de San Eloy, ofrecemos en este devocionario oraciones a la Virgen María que nos han enseñado desde pequeños, oraciones que nos acompañan desde siempre y que no hemos de perderlas. Desde el devocionario online de la parroquia.

Ángelus

/ . El ángel del Señor anunció a María.

R/. Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.

Dios te salve, María…

Ave, Maria…

V/ . He aquí la esclava del Señor.

R/. Hágase en mí según tu palabra.

Dios te salve, María…

Ave, Maria…

V/ . Y el Verbo de Dios se hizo carne.

R/. Y habitó entre nosotros.

Dios te salve, María…

Ave, Maria…

V/ . Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN

Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas, para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz, seamos llevados a la gloria de su re­su­rrección. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amen.

Regina caeli

V/ . Reina del cielo alégrate; aleluya.

R/. Porque el Señor a quien has merecido llevar; aleluya.

V/ . Ha resucitado según su palabra; aleluya.

R/. Ruega al Señor por nosotros; aleluya.

V/ . Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.

R/. Porque ver­da­de­ramente ha resucitado el Señor; aleluya.

ORACIÓN

Oh Dios, que por la re­su­rrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos.

Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén.

Acordaos

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de vos.

Animado con esta confianza, a vos también acudo, oh Madre, Virgen de vírgenes; y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a aparecer ante vuestra presencia soberana.

No desechéis, oh Madre de Dios, mis humildes súplicas, antes bien escuchadlas y atendedlas fa­vo­ra­blemente. Amén

Bajo tu amparo

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita.

V/ . Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Stabat Mater

La Madre piadosa estaba junto a la Cruz y lloraba mientras el Hijo pendía.

Cuya alma, triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía.

¡Oh, cuán triste y cuán aflicta se vio la Madre bendita, de tantos tormentos llena!

Cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena.

Y ¿cuál hombre no llorara, si a la Madre contemplara de Cristo, en tanto dolor?

Y ¿quién no se en­tris­teciera, Madre piadosa, si os viera sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre.

Vio morir al Hijo amado, que rindió desamparado el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo.

Y que, por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí.

Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar y de veras lastimar de sus penas mientras vivo.

Porque acompañar deseo en la Cruz, donde le veo, tu corazón compasivo.

¡Virgen de vírgenes santas!, llore ya con ansias tantas, que el llanto dulce me sea.

Porque su pasión y muerte tenga en mi alma, de suerte que siempre sus penas vea.

Haz que su Cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio.

Porque me inflame y encienda, y contigo me defienda en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte de Cristo, cuando en tan fuerte trance vida y alma estén.

Porque, cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma a su eterna gloria. Amén.

Oh Señora Mia

¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a vos; y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón: en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.

Bendita sea tu pureza

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A ti celestial princesa, Virgen sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.

Alma Redemptóris Mater

Salve, Madre soberana del Redentor, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar. Socorre al pueblo frágil, que intenta levantarse.

Tú que para asombro de la naturaleza engendraste a tu Creador, virgen antes y después del parto, que recibiste aquel saludo de la boca de Gabriel, ten piedad de nosotros.

Ave, Regina Caelorum

Salve, Reina de los Cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, Virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.